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Metalúrgica González: moldeando historia

“Soy un enamorado del oficio” define Néstor González. Durante 53 años estuvo realizando un trabajo único en la región. Su legado es parte de la historia de la ciudad.

 

 

Néstor González, empezó en el año 1966 con su oficio y nunca más lo abandonó. De actividad en el rubro lleva 53 años en forma continua y sin parar.

Con relación a su trabajo en la metalúrgica tiene una relación muy particular, al punto de mostrarse como “un enamorado” de este oficio porque es todo “trabajo a mano”.

“Este oficio es hermoso, no lo cambio por nada. Es muy variado y estás diseñando cosas continuamente”, resumió.

Otra pasión que abrazó González, fue servir a la comunidad, estando 33 años en el cuerpo de Bomberos Voluntarios de la ciudad.

 

Mates de por medio, sentados en el propio taller, Néstor Luis González comenzó detallando su historia, que empezó hace 53 años de dedicación a su oficio en su propia metalúrgica. Cuando todavía Néstor era un adolescente, apenas había terminado la escuela secundaria en el viejo edificio de la Industrial, conformando la primera promoción de cuarto año de término, así se llamaba en esa época, ya sabía que iba a trabajar de lo que luego de muchos años terminaría siendo su pasión. Anteriormente, se hacía hasta tercer año y después se puso un “curso de término” donde se completaba un año más de práctica.  El propio González, recordó que en ese año, “egresamos tres personas que éramos Miguel Manso, que fue intendente de Bolívar; Castro, que fue ferroviario y yo, siendo los tres primeros egresados de la Industrial, que en ese entonces, funcionaba en la avenida 25 de Mayo”.

Ya desde sus años de adolescente Néstor tenía condiciones para este oficio. Él mismo contó que “me habían echado el ojo los maestros por el entusiasmo que yo ponía, la facilidad con que trabaja y por cómo me gustaba el oficio. De Lara, que era el maestro mío de fundición; Quito Soysa, maestro de matemática y Carlos Rodríguez, que era profesor de física, ya me habían visto y me decían que cuando terminara los estudios íbamos a poner un taller. Yo lo tomaba como una conversación más o al pasar; pero resulta que cuando ni bien terminé la escuela, me vieron para conseguir un lugar y empezar a trabajar”.

El primer taller funcionó en calle Uriburu y Necochea, “era un caserón viejo, creo que era de Edificadora Bolívar en ese tiempo, que se dedicaba y funcionaba como una inmobiliaria. Nos prestaron ese lugar y empezamos con nuestro taller, recordó González”.

En ese lugar, al que llamaron Metalúrgica Bolívar y bajo esa sociedad con sus ex maestros de secundaria, González trabajó algo más de un año. Después, empezó a trabajar por su propia cuenta y a fabricar las herramientas necesarias para su propio taller. También, entró a trabajar en lo Cacho” Gentile, que en ese tiempo, tenía un taller en la casa de familia, hasta que logró completar sus herramientas de trabajo, incluido un horno y consiguió alquilar en calle Arenales 720, un galpón al fondo de una casa para trabajar por su cuenta, algo que sigue haciendo hasta el día de hoy, y como él propio lo expresó, “hasta que Dios diga basta”. 

De actividad en el rubro lleva 53 años en forma continua, sin parar y sobre su oficio y trabajo en la metalúrgica, él mismo dijo tener una relación muy particular. “Soy un enamorado de este oficio porque es todo trabajo a mano. Las herramientas me las construí yo mismo y las máquinas que tengo son muy limitadas, salvo la de fundir el material; pero después, por ejemplo, un molde se hace a mano. Si vos me traés un trabajo especial a pedido, como una foto yo lo tallo a mano, es todo artesanal”. En cuanto al proceso de trabajo, indicó que “va todo tallado y con relación a los materiales, puede usarse plomo, en partes como los relieves se puede utilizarse yeso. Después se copia en tierra y se hace el fundido, hoy en día, se facilitan mucho los trabajos con las resinas de epoxy, porque da mucha facilidad para moldear ya que a golpes es otro trabajo muy distinto. “Mi forma de trabajar es moldear en tierra y a mano”, sintetizó González.

Entre varios trabajos públicos que hizo, se puede mencionar la figura de un Cristo que está en barrio Pompeya, la placa que está en el monolito que recuerda a Juan Carlos Bellomo, la virgen que se encuentra en la rotonda de la ruta nacional 226, el reconocido soldadito emblema del diario La Mañana, entre otros. También, realizó el busto del doctor Miguel Capredoni que se encuentra en el hospital y la restauración del monumento a Simón Bolívar. Sobre este último, recordó que fue para el centenario de la fundación de la ciudad. “Estaba muy estropeado y fisurado, tenía manchas. Me acuerdo que iban a averiguar a la Embajada de Venezuela para ver quién lo podía restaurar, esa inquietud llegó a  mis oídos y dije que me animaba a hacerlo. Estaba Bereciartúa en esa época como intendente y me contactaron de Obras Públicas del municipio para ese trabajo. Me ayudó un amigo (Daniel Morel) con una camioneta porque yo no tenía nada. Subí arriba y lo cepillé y lijé a mano hasta dejarlo color amarillo”. Desde esa restauración no se volvió a tocar más ese monumento. 

En lo que hace propiamente al oficio que lleva adelante González no son muchos los que se dediquen al mismo. En la provincia, está sólo limitado a lo que es Tres Arroyos y Bahía Blanca. Para el otro lado, no hay nada; ciudades grandes como Olavarría, Pehuajó, Coronel Suárez no tienen gente que se dedique a esto. Tandil mismo, que sí tiene fundiciones pero no artesanales; salvo en La Plata o el gran Buenos Aires es muy difícil encontrar este oficio. “Hoy en día, como han cambiado los materiales y las cosas que se hacen, pienso que se va a ir perdiendo aún más este oficio. Además, antes se hacía mucho más, por ejemplo a Gentile yo le hacia todas las turbinas de los silos, tapas de chimangos; a Pezzali, cuando tenía la agencia, le hacía toda la repuestería como cajas de bolilleros, engranajes, guías, etc. Pero después empezó a aparecer la fibra y los plásticos que fueron reemplazando a la fundición, al ser más baratos y rápidos”.  

En cuanto a los tiempos que lleva fundir un material, González explicó que ahora se ha acortado el trabajo y se funde una vez en forma periódica. Pero resaltó que “en una época yo fundía dos y hasta tres veces en la semana. Se llenaba la playa de moldes de tierra, después se prende el horno para fundir el material y se los llena. La tierra es especial, una parte se trae de Junín, que es el único lugar donde hay para sacar arena de moldeo. Y la otra, se saca del fondo del Río Paraná, que se llama como de río. Después, lleva mejoradores como la bentonita, un mineral que hay en el sur, que sirve para darle consistencia y resistencia a la tierra”, explicó.

El horno trabaja dependiendo del material, por ejemplo el bronce, a una temperatura de 900 o 1000 grados. Para el aluminio, con un poco menos ya lo funde. Una vez que el material solidifica en el molde, ya se puede desmoldar. “Después viene el trabajo más fino, recortando todo a mano, con lima y empezar el pulido. Lo que se hace a máquina es solamente el pulido fino, que es como el trabajo que hace la enceradora al lustrar un piso”, graficó González. 

Teniendo en cuenta que hay pocas personas que se dedican a este oficio, durante mucho tiempo, realizó trabajos para toda la zona y un poco más. González contó que “si yo quisiera tendría trabajos hasta del sur del país, me han visto de Río Negro, Neuquén, hasta hice un trabajo para Tierra del Fuego. Me han querido dar más trabajo pero, a esta altura, no tengo interés porque el físico mío ya no está para eso; pero hago cosas más chicas porque el oficio no lo dejo”.     

Muchos conocen a Metalúrgica González por las placas para las bóvedas del cementerio. “Lamentablemente me conocen por eso; pero también puedo refaccionar una araña, una cama, objetos antiguos, cuchillería, en hierro hago mucho lo que son las marcas para hacienda. Trabajos pesados como rejas, verjas ya no hago”.

Un dato para tener en cuenta es que años atrás las placas, como los cajones fúnebres,  ya venían hechas desde Buenos Aires, por eso, González indicó que “el oficio, si se quiere, ha empezado conmigo en Bolívar. El que hacia algo era mi antiguo maestro pero muy poco, alguna placa para algún familiar o un amigo. No había nadie que las hiciera para la venta en la ciudad y yo las empecé a hacer. Antes, las empresas fúnebres se encargaban de hacer todo el servicio, incluido el arte funerario”, recordó.

“Este oficio es hermoso, no lo cambio por nada. Es muy variado y si sos curioso, estás diseñando cosas continuamente. Ahora, si te dedicas exclusivamente a lo monótono, a hacer un molde, es todo igual. A mí me gusta crear cosas. Si sos curioso – insistió – y comparás el cementerio de Bolívar con otros, te das cuenta que es diferente por las formas de las placas, su distribución y el uso de las materiales, que en otros lados no son así”, destacó.

Y sobre el tema agregó que “todo oficio es hermoso de acuerdo al cariño que uno le ponga. A vos te gusta lo tuyo porque es tu vocación, uno vuelca y da lo mejor en eso que hace. A mí me atrapa y también, si veo un carpintero bueno, me encanta verlo como trabaja. Y de mi oficio me gusta la variedad, la continuidad  y la posibilidad de hacer cosas diferentes, de crear, de que da oportunidades de lucirte en el trabajo porque me gusta hacer un trabajo y  sorprender al cliente”.

Cada uno de los trabajos que realiza González los hace con mucha dedicación, empeño y algo más. “Aquellos que vienen a traer un trabajo yo les doy mi palabra que si les falla algo, se lo hago de nuevo. Esta es mi garantía porque si digo que el trabajo es bueno, no tiene por qué fallar nada”. La misma metodología emplea a la hora de la entrega: “si digo vení en diez días es porque va a estar en ese tiempo. Nunca dejo que una persona venga de gusto. Siempre le pido el teléfono y el día que está terminado el trabajo le aviso”.

Su otra gran pasión fue la actividad bomberil, a la cual le dedicó 33 años de su vida. Su predisposición para con el cuerpo activo de bomberos le restó horas de trabajo en su propio taller. “Yo le di a bomberos 33 años de mi vida. Desde los 20 años hasta los 53 me dediqué a bomberos exclusivamente y no tanto al taller. Esperaba que se hicieran las seis o siete de la tarde para cerrar e irme al cuartel. Y los últimos dos o tres años más todavía porque quedé como jefe del cuerpo activo, me dediqué aún más y todo eso se lo restaba a mi trabajo. No me podía expandir en la zona y cuando me retiré de bomberos, me sobraba tiempo y, al principio, extrañaba mucho al cuartel porque me parecía imposible dejarlo; pero era algo lógico que debía pasar. Ahí me empecé a dedicar más al taller y crecí en gran forma, pasé de tener dos o tres ciudades de alrededor a tener cerca de quince”.

Sobre la continuidad con su tan querido oficio, González señaló que “mientras tenga salud y fuerza no lo voy a dejar”.

Metalúrgica González está ubicada en avenida Calfucurá 2100.

 

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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