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El 2 de abril desde el corazón de una mamá

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Malvinas desde la intimidad, el otro relato, el de quienes quedaron esperando en medio del desconocimiento, el temor, la angustia y la necesidad del regreso. Delia Alonso, mamá del ex combatiente Miguel Ángel Esterlrich.

Por Melina Gómez

Es abril. Un mes que para la historia argentina significó y significa un duelo. Aunque este año la conmemoración del día pueda mezclarse con mirar de reojo los precios de los huevos de pascuas; el 2 de abril debería tener su momento para recordar a los excombatientes de Malvinas que se quedaron en las islas, los que volvieron y también a sus familiares.

 

Desde hace un tiempo tenía en mente (sí, me permito escribir en primera persona para contar esto) para el 2 de abril, día en que comenzó la guerra absurda contra los ingleses por las islas Malvinas, homenajear a la mamá de un excombatiente.

Es conocida por su propia voz la historia que sufrieron los soldados, en fechas como ésta generalmente eran convocados en las escuelas o en los medios, ente otros, para que cuenten su experiencia. Se reconoce esa vivencia que aún duele tanto, que en ellos permanecerá por siempre y al ir más allá, desde hace un tiempo, me preguntaba cómo habrá vivido la mamá de un soldado mientras su hijo estaba en Malvinas, qué sensaciones tenía, la información que recibía y si pudo sanar esa angustia de los días en que la mentira era una constante en los medios de comunicación.

Delia Alonso es la madre de Miguel Ángel Estelrich, uno de los bolivarenses que fue a Malvinas. Al principio tuvo algunas dudas de acceder a la charla para que sea publicada, pero al día siguiente en su casa encontré no solo su testimonio, también la calidez de una mamá que sufrió por su hijo y hoy pudo convertir esa desazón al encontrar tranquilidad.

Fue terrible y muy doloroso, no sé cómo lo soporté porque estaba en mi casa sola con mi hija Adriana”, comienza la charla Delia. En 1982 su compañero, Miguel, trabajaba en Olavarría en una empresa dedicada a la telefonía y venía a Bolívar los fines de semana.

“Toda noticia que sabía me iba a la casa de las compañeras, las madres de los chicos, a contarles y nos contábamos así las cosas para enterarnos algo. Por ahí Miguel Ángel me mandaba una carta, pero nada que ver lo que contaba él, porque él decía que estaba muy bien y a lo mejor estaba metido en una cueva de esas que hacían, con los aviones que pasaban y estaban con el miedo de que les tiraran una bomba. A veces no podían comer y todo eso lo padecieron. Cuando vino, estaba muy delgado”, relata al tiempo que señala la foto de su hijo con el uniforme de soldado que cuelga de una de las paredes de su casa.

“Nadie sabía que iban a Malvinas, ni ellos. Al principio estaba contenta que le había tocado ir a Puerto Belgrano, ¿qué me iba a imaginar a dónde lo mandaban? Les dijeron que se tenían que subir a un avión al que le sacaron los asientos, los pusieron sentados espalda con espalda en el suelo y cuando iban en el avión les dijeron ¿saben a dónde van? A la guerra de Malvinas, ahí les dijeron a ellos y nosotros acá no sabíamos nada, nos enteramos por la televisión. Yo decía ¿estará?, ¿lo habrán llevado? Al tiempo recibí una carta de él diciéndome que estaba allá, que se encontraba bien y eso eran mentiras porque no podían poner nada de lo que ocurría allá, porque todas las cartas eran revisadas”, dice Delia que supo que en las cartas su hijo tenía que escribir una cosa por otra cuando él volvió y se lo pudo contar.

De los días que duró la guerra, la mujer recuerda los pensamientos tristes que rondaban. “Mientras lavaba los platos lloraba y pensaba sola, así la pasé, son días que no se me olvidan jamás porque fue muy terrible”.

Delia se enteró el día que su hijo iba a regresar a su casa gracias a sus amigos, “sabía que la guerra había terminado el 14 de junio y los ingleses los tenían en un galpón encerrados, los habían tomado presos al bajar la bandera los argentinos. Ellos estaban ahí y los atendieron muy bien una vez que terminó la guerra, les daban de comer y todo. Pero mientras estaban en guerra la pasaban así no más, como podían en las cuevas”.

Familiares y personas allegadas a los cinco soldados bolivarenses que fueron a Malvinas organizaron una sorpresa y fueron a su encuentro a la rotonda de ingreso a Bolívar. Los recibieron con una bandera argentina que cruzaba la ruta y, al verla, se dieron cuenta que los estaban esperando. “Los cinco que fueron juntos, volvieron juntos. Había mucha gente, colectivos, autos, camiones. Cuando llegaron pensamos que se iban a poder ir a donde estábamos nosotros pero habían ido los bomberos y los subieron sin saludar a las familias, nosotros entonces veníamos atrás de los bomberos, les hicieron una recorrida hasta que llegaron a la municipalidad, ahí bajaron y recién pudimos estar con él. Fue tremenda la angustia y la emoción”, recuerda.

Una vez en la municipalidad los soldados pudieron irse cada uno con sus familiares. “Vinimos con Miguel Ángel para casa y estaba lleno de gente, no sabía qué pensar ni qué hacer. Todos querían saludarlo. Cuando se fueron recién pude hablar con él pero solo me dijo que todo estaba bien, que ya había terminado la guerra, que le habían dado unos días y después tenía que volver a Bahía Blanca porque no le habían dado la baja”.

Por recomendación del médico Delia no preguntaba a su hijo sobre Malvinas, “con los días iba contando algunas cosas, después los cinco excombatientes dieron una conferencia en el colegio Nacional y ahí habló y contó mucho, ahí supe muchas cosas”.

En la actualidad, “estoy tranquila, sé que es un excombatiente y él está bien. Si sale de él charlar está bien y por ahí le preguntamos alguna cosa, pero no empezamos una conversación sobre eso. Pobre hijo, demasiado dolor pasó, solamente él lo sabe y es muy doloroso”, termina Delia y deja un silencio, mirando un punto fijo, recordando aquellos días de 1982.

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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