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La importancia de fracasar

 

Sí, también el fracaso en el emprendedurismo es importante, ya que se trata de algo que forma parte de nuestras vidas.

La civilización occidental y la transmodernidad han hecho del éxito y el triunfo una bandera. Fallar suele verse como un símbolo de debilidad, y el fracaso como una derrota final. Otras culturas (toda crisis es una oportunidad, por ejemplo) suelen naturalizarlo.

Fracasamos, ¿qué hacer? Lo primero es aceptarlo, evitando que nuestro ego se transforme en nuestro enemigo. La negación ante una situación adversa suele ser la primera reacción, también podemos minimizarlo o intentamos todos los esfuerzos en revertirlo, cuando en realidad las cosas van a empeorarse.

Todos nos equivocamos, aceptar esa posibilidad es parte de la capacidad de entendimiento humano.

Siempre hay que contemplar la posibilidad de fracasar, es anticiparse a hechos que, en ocasiones, no se pueden controlar. Si aceptamos la situación, se podrán proponer situaciones que otorguen tranquilidad y comodidad si, finalmente, la falla se produce.

 

Andy Freire, especialista en la temática, le ofrece a su público ejemplos que dan cuenta que, si aceptás el fracaso, es posible salvarlo con éxito. Uno de ellos, el millonario autor Stepehn King, quien soportó el rechazo más de treinta veces de su obra más conocida, Carrie, hasta que finalmente se convirtió en un best seller que ha conquistado generaciones. El mismísimo Mickey Mouse de Disney fue considerado en su origen como una caricatura que aterraba a las mujeres, y su autor, despedido por ser un trabajador poco creativo.

No sería posible la vida moderna sin la lamparita de luz. Thomas Edison fracasó tantas veces en sus intentos que llegó a expresar que había encontrado 10.000 maneras que no funcionan, hasta que se convirtió en el gran invento. ¿Cuántas veces Elizabeth Gilbert fue rechazada antes que su novela Comer, rezar, amar se transformara en el reemplazo transmoderno de Lo que el viento se llevó?

 

En todos los casos, quedan los mismos caminos:

Admitirlo, aunque el camino más fácil nos tiente a desligar nuestra responsabilidad.

Por contrapartida, no culpar a los demás. Salvo cuestiones excepcionales, quien debe cambiar es uno mismo, no la realidad que nos rodea, ni tampoco las personas. Hay que responsabilizarse de las consecuencias.

Esforzarse más, no quedarse en la resignación y el estancamiento, porque del fracaso (del pozo se sale saltando, reza el dicho) se puede alcanzar el impulso necesario para reconvertirlo en la realidad de nuestros deseos.

La equivocación nos atraviesa como género humano, nadie sabe todo, por lo que el errar, es una posibilidad concreta.

No poner límites, porque continuamos intentándolo determinaremos si el esfuerzo valía la pena o era el camino equivocado.

Ante la situación de fracaso se suele tomar una actitud de ensimismamiento y sumisión. Pero para superar la situación hay que manifestarse, valorar las ideas y aprender de la experiencia, sin el típico autoenojo, sino como un transitar más.

Por último, no es el fin del mundo, el error nos afectará, pero siempre se puede continuar y remediar de alguna forma.

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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