¿Hago publicidad o promoción?

 

Muchas veces tendemos a confundir términos que desde nuestra perspectiva parecen sinónimos, pero ni siquiera debemos contabilizarlos como iguales al momento de asentar los gastos.

Generalmente para publicidad se reserva a mensajes creados y pagos que son difundidos en medios de comunicación, en tanto la promoción refiere a aquellas actividades de ventas y patrocinios que responden a actividades de marketing, pudiendo ser pagas.

Por lo tanto debemos establecer que dentro de publicidad recaerán aquellos mensajes que establecemos para ser recepcionados por el público a través de distintos medios de comunicación (pantallas, periódicos, radiales, web), en los que el emprendedor controla el contenido y paga en consecuencia. Son anuncios publicitarios, diseñados por especialistas para hacer que el mensaje sobresalga en la competencia por la visibilidad en el desorden comunicacional actual.

Pero cuando los anuncios los realizamos en medios más dinámicos donde podemos modificar con facilidad los mensajes, estamos apelando a la promoción, incluyendo un sin fin creativo para atraer audiencia, sean a través de apoyos deportivos, cupones de ventas, patrocinios, descuentos, concursos, catálogos, redes sociales, muestras gratis, donaciones, correos, etc. Generalmente se entiende que una promoción es un gasto más que asume el comercio o empresa.

 

Cuando se contrata a especialistas o se tiene un departamento de comunicación para resolver estas cuestiones, ya se conoce que la publicidad permitirá establecer un determinado impacto porque los medios de comunicación tienen una propia lectura del público al que se dirigen, conociendo cantidad, edad, sexo, nivel de ingresos, educación, preferencias, etc. El publicista decide a qué grupo de medios dirigirá su campaña, intentando optimizar el esfuerzo económico y la audiencia predeterminada.

Lo anterior no sucede con las promociones, salvo oportunidades que surjan, como dirigirse a un público joven a través de un boliche o una actividad deportiva que los convoque; aunque no generará garantías que cumpla con el requerimiento de la campaña, ni el público que lo visualice. Por ejemplo puede realizarse una campaña promocional en una maratón dirigida a mujeres menores de 30 años, pero el cupón de promoción no tendrá de ser utilizado por ese segmento, sino por otras de otra franja etaria, e incluso hombres. Otro ejemplo es el que podemos realizar en redes sociales, como cuando se solicita que compartan una publicación para participar en un sorteo, no se podrá controlar quiénes sean los participantes, aunque puede ser una buena estrategia para instalación de marca.