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Fracasar y no morir en el intento, renacer

 

La mortalidad empresaria es una realidad. Se estima que el 80% de los emprendimientos no supera los dos años de vida. Por ello, el fracaso suele hermanarse con el espíritu emprendedor. Saber sobrellevar la situación para reponerse y recomenzar, nuevamente, siempre, porque emprender es una adicción.

Pero cuando pasa, pareciera que el desastre, el infortunio y el desánimo confabulan en un momento y un lugar. Afrontar esa situación requieren fortaleza, mentalización y preparación -obvio, no hay que mentalizarse en el fracaso, pero es una variable.

Existen posicionamientos mentales y métodos para enfrentarnos al fracaso sin que lo sea:

Primero, analizar lo sucedido, porque cada fracaso deja enseñanzas que permiten repensar lo que obstaculizó alcanzar nuestras metas y así proyectar soluciones para no volver a cometer los mismos errores. Quien emprende es naturalmente optimista, necesita creer en su propuesta, superar las ideas negativas, ver la oportunidad en las eternas crisis económicas, elegir a quién escuchar, sus peros, el ya no digas que no te avisé. Ello también será un aprendizaje, pasar del sueño a la concreción, con la realidad en toda su presencia.

Recordemos ediciones anteriores, las curvas de crecimiento, los tiempos de maduración, la complejidad comunicacional, formas de promoción. El principio suele ser prometedor, la novedad es un buen momento. Hay inúmeros factores que responderán al emprendedor... otros son totalmente ajenos, como una devaluación de la moneda, una crisis de mercado, una innovación inesperada. Para lo demás, hay que estar atentos, y recordar que todo es prueba, construcción y práctica. Todo está en juego, la economía doméstica, la de tus empleados, tu hipotético prestigio (ya lo podrás remediar).

Posteriormente, no perder la confianza. Un tropezón no es caída, sostiene el refrán popular. Que algo no salga como lo hemos planeado es parte de la realidad cotidiana, como lo es un emprendimiento. Por lo tanto, han de verse como algo a superar sin perder la confianza en lo que hacemos ni en nosotros mismos.

Por último, volver a intentarlo, habiendo analizado los errores y pensadas las soluciones. Para volver a intentarlo es lógico sopesar algún objetivo, siempre considerando la posibilidad de volver a fallar. ¿Por qué? Porque el emprendedor no se apaga, se es! Demostrarse que se puede recomenzar sin repetir el camino ya transitado, sintiendo la responsabilidad y la libertad (elegida!) de hacer lo que se ha soñado, sin depender de las decisiones de otros.

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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