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Jóvenes: la deuda que dejamos

 

El economista Sebastián Auguste realizó un análisis sobre la radiografía económica de los jóvenes argentinos. La conclusión del experto de la UNICEN abre un interrogante sin respuesta. Sostiene respecto a nuestro legado para con la juventud: “lo grave de nuestra historia reciente es que no sólo no le estamos dejando una economía sólida y desarrollada, sino que tampoco les estamos dejando las herramientas básicas, como buena calidad educativa, para que ellos puedan hacerlo”.

Reconoce que a la ya difícil situación de ser joven, hoy “han surgido nuevas amenazas “, como la violencia, inseguridad y el consumo de drogas. Asegura que “los jóvenes se encuentran en una situación económica de mayor vulnerabilidad, y la entrada al mercado laboral se ha ido retrasando, en parte porque se estudia más, pero principalmente por un aumento relativo del desempleo joven”, situación que afecta a toda la región.

En Argentina el desempleo joven (18 a 24 años) es del 20%, cuatro veces mayor al que tienen los comprendidos entre 24 y 65 años. Observa que 1 de 5 jóvenes que busca empleo no lo consiguen, en tanto que en el segundo grupo esa relación es de 1 a 20. Hace una década era 3 a 1, y dos décadas 2 a 1, lo que demuestra un fuerte agravamiento del problema.

Una consideración destacada por Auguste: “el desempleo joven se concentra en los grupos sociales más vulnerables”, como “mujeres jóvenes y los que tienen menos años de educación”. Así, los jóvenes desempleados mayoritariamente “provienen de hogares de bajos ingresos”, los más pobres. Según el economista “esto genera un círculo pernicioso de transmisión intergeneracional de la pobreza”. Para argumentar rescata un estudio propio (2008) en el que halló “que la movilidad intergeneracional en el país empeoró notablemente en los últimos 50 años”, lo que implica que “los hijos están mucho más condicionados en sus posibilidades por la realidad de sus padres”. 

Explica que actualmente, “los niños que nacen en una villa de emergencia tienen un 90% de probabilidad de estar en una villa cuando sean adultos. Este canal de transmisión intergeneracional de la pobreza se canaliza a través de la educación y el acceso al mercado laboral”. Allí es donde enfatiza que “preocupa tanto la caída en la calidad educativa registrada por la Argentina en los últimos años”, tal como demuestran los distintos estudios internacionales que evalúan esa calidad.

Auguste explica algunas controversias que se han dado sobre esos estudios, cuestionados por los gobiernos argentinos por considerar que son diseñados para el tercer mundo. Dice que “el test de la UNCESO (TERCE) es lapidario”, tratándose de un test específico para Latinoamérica. De ello rescata que a nivel educativo “Argentina en 1997 se encontraba segunda o tercera de Lationamérica (…) y hoy está a mitad de tabla”.

Otro dato destacado es el referente a los NINI, un crecimiento del porcentaje de jóvenes que no trabajan, no buscan empleo ni estudian, actualmente del 16%. De allí, el 10% de los varones son NINI, también el 20% de las mujeres, sector que comprende a las madres solteras, hecho más concreto entre los que tienen menores ingresos. En conclusión, los NINI (18-24 años) suman 550.000 personas, poco menos que los 850.000 que estudian.

Auguste deduce que en el grado de empleo no ha incidido el tipo de escuela a la que concurrió. Igualmente 1 de cada 5 no consiguen empleo, pero de los que sí lo tienen, el 80% tienen empleos de baja calidad. Asimismo aclara que de todas las estadísticas oficiales analizadas, hay que considerar que pueden ser engañosas ya que se trata del grupo etario con más probabilidad de salir de la actividad económica para pasar a la inactividad.

Newsletter Nº 21, Instituto de Economía, UNICEN.

 

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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