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“Yo puedo ser feliz haciendo feliz a la gente”

“Es un regalo de Dios haber podido vivir tantos años de esto”, dice el cura Scoltore a los 25 años de su ordenación.

 

En agosto el cura párroco Mauricio Scoltore celebró sus bodas de plata al servicio sacerdotal. Terminó sus estudios en el año 1993 y al año siguiente, estando en la parroquia de Tandil, se ordenó como sacerdote.  Descubrió su vocación, en su Saladillo natal, trabajando con jóvenes.

“Es un regalo de Dios haber podido vivir tantos años de esto, justo pensaba en estos días, que también me invitaron de mi pueblo natal, Saladillo, para celebrar  este hecho”. A los nueve años, empezó a hacer de monaguillo en la parroquia y a los once, Scoltore comenzó a ver más de cerca la posibilidad de ser cura, sobre todo, por la admiración que le tenía al sacerdote de su pueblo, que “era muy entregado y querido. Yo me decía a mí mismo que quisiera ser como él, que se lo ve un tipo feliz”, recordó el padre.

Ya cuando terminó los estudios secundarios, tomó la decisión, aunque en realidad, según contó el propio cura “fue antes de finalizar la escuela secundaria.  Trabajábamos en la parroquia con el grupo de jóvenes y un sacerdote que, en ese momento, era recién ordenado y nos envió a trabajar a los distintos barrios del pueblo. En esas visitas a las familias con la ayuda desde Caritas, fui descubriendo que esa relación era llevarle a Dios a la gente y que a ellos le llenaba el corazón y la hacía feliz. Entonces, yo hice una síntesis: yo puedo ser feliz haciendo feliz a la gente y así es como me decidí. Terminé el secundario, me fui al viaje a Bariloche y al volver, ingresé para estudiar ocho años hasta que terminé”.

El padre Mauricio estudió en el Seminario de Azul los primeros cuatro años, lo que se llama la filosofía y después, los últimos cuatro años, que son más propios de la vida del cura o de la teología, donde se estudia todo lo que se cree, lo que vive y lo que hay que enseñar y celebrar, lo estudió en el Seminario de Mercedes. En diciembre del año 1993 terminó sus estudios, el 17 de diciembre se ordenó de diácono, que es el paso previo, y como tal, en febrero del año 1994 acudió a la parroquia en Tandil. El 12 agosto del mismo año, se ordenó de cura y en esa parroquia estuvo ocho años. Luego pasó a la ciudad de Azul, a realizar un servicio en el obispado como canciller de la curia que es el que guarda el archivo, hace parte de la función notarial de las firmas de documentos, entre otras cosas, además de acompañar al obispo en las distintas tareas que tiene. Estuvo cuatro años y medio con el obispo Emilio Bianchi, que después se retiró y vino Hugo Salaverry con quien estuvo cuatro años y medio más en el obispado.

Más adelante y, luego de ocho años en ese destino, pasó a una parroquia en Azul, donde estuvo seis años. En total, en Azul fueron quince años y después, el 9 de febrero de 2017 llegó a Bolívar.

La familia de Scoltore siempre estuvo cerca de Dios pero él fue un poco más allá cuando decidió que quería ser sacerdote. Consideró que “el llamado es muy personal” y relató que “tenía una abuelita materna muy piadosa, en la chacra donde vivía, había hecho construir una capilla donde se casaron mis padres, yo celebré la misa dos días después de mi ordenación y hace pocos días, mi mamá cumplió 90 años y restauramos esa capilla con motivo de ese acontecimiento. Quizá la abuelita pudo haber sido como una conexión o lo más religioso que hemos tenido, igualmente, siempre hubo un sentido muy religioso de la familia: Recuerdo que mi papá no era de ir a la iglesia; pero a la Misa de Noche Buena, el 24 diciembre, que en Saladillo era siempre a la media noche, íbamos en familia. Era el único día al año que iba toda la familia o por ahí, en algún aniversario importante de algún familiar fallecido”. Esta situación, Scoltore la relacionó con que “mi abuelo paterno murió en el año 1961, el día de Navidad, por eso, mi padre creó que vivía la Navidad con un sentido más religioso y menos festivo”.

El padre Scoltore, en estos 25 años al servicio sacerdotal, pasó por diferentes lugares antes de llegar a Bolívar. En todos esos años, “descubrí y agradecí el 12 de agosto al celebrar los 25 años, que el que siempre está presente, es fiel y te permite ser así, es Dios y esto no ha cambiado a la largo del tiempo”.

Con respecto al trabajo, el cura párroco consideró que ha ido cambiando como también lo ha hecho la propia iglesia. “Al principio y siendo uno más joven, tiene otras posibilidades de estar más cerca de los jóvenes y de otras tareas. Esto ha ido modificándose en algunas cosas de la práctica religiosa, por ejemplo, la confesión. Hoy cuesta mucho más que la gente se acerque al sacramento de la confesión. Cuando yo arranqué era distinto y, sobre todo, Tandil que tenía toda esa efervescencia de lo religioso en donde en Semana Santa he pasado más de siete horas sin levantarme del confesionario. Esto, es parte de lo que se ha perdido y que ha cambiado en la vida de la Iglesia. También, recuerdo que los adolescentes venían y confesaban su sexualidad, Tandil está muy marcado por un colegio de monjas donde había una hermanita muy insistidora y, en estos tiempos, no lo podría hacer ciertamente; los varones tenían el colegio San José de la Sagrada Familia, lo que marcaba otro modo de vivir la fe. Hoy, se vive de otra manera, se busca una vivencia o un encuentro más personal con Dios, cuesta mucho más lo comunitario”.

Si bien los feligreses se siguen acercando a la iglesia, Scoltore reconoció que “cuesta un poco, aunque desde lo personal, hay una apertura a Dios y a lo transcendente. Quizá la gente se acerca por motivos puntuales, es otro modo el acercamiento de hoy. Antes era más permanente, más perseverante, la gente tenía presente el tema del domingo como día de encuentro con el Señor y toda la familia participaba de la misa. Hoy es distinto, la gente se mueve más por una religiosidad más popular o la devoción a algún santo, alguna imagen de la virgen como título o advocación. Creo, que como cuesta tanto vivir la fe, Dios nos está ayudando mostrándose con más claridad, más palpable o con esos signos de María que, por ejemplo, se manifiesta en Salta, entonces, toda la gente se acerca a esos lugares o a los santuarios, porque Dios sale a nuestro encuentro para ayudarnos al encuentro con él”.

 

Si bien no hace mucho que está en Bolívar, Scoltore no dudó en afirmar que “fue recibido muy bien. Es algo que, además, he vivido en estos 25 años en cada lugar donde estuve. Hay mucho para seguir haciendo, algo se hizo pero es mucho lo que hay que seguir trabajando. Siempre que cambia la conducción de la parroquia el proceso es lento, sobre todo, después de tanto tiempo con el padre Palazzolo, que fueron treinta años pero cincuenta viviendo en Bolívar; el padre Miguel estuvo veinte cinco años y el padre Lisando que, fue el último que estuvo a cargo, muy comprometido con la vida parroquial. Por eso, lo de cambiar un esquema o una persona cuesta, porque primero la gente mira a ver de qué se trata esto nuevo; pero noto que me recibieron con los brazos y el corazón abierto y vamos tratando despacito de involucrarnos en la vida de la comunidad”.

La vida del cura está en manos de Dios que se manifiesta en la voluntad del obispo, “a quien uno promete obediencia cuando se ordena y él es que va decidiendo de acuerdo a las necesidades que tiene la diócesis. Yo vine acá por seis años pero con una pequeña advertencia de que si era necesario que fueran menos sería así o si era necesario más años sería de esa manera. Ahora vivo el presente, el día a día, tengo pendiente el tema de estudio que comencé hace cuatro años con la licenciatura en Derecho Canónico, que en estos próximos meses tengo que terminar. Inclusive el obispo me pidió que haga como un paréntesis en la vida parroquial y ajuste los tiempos para poder terminar la licenciatura, que es para prestar otros servicios en la diócesis, que podrían realizarse desde la parroquia hacia el obispado pero estamos en manos del obispo, dentro de este gran esquema de ajedrez, que es la diócesis que va haciendo para atender a todas las comunidades del mejor modo posible. Hay muchas cosas para ajustar en este momento presente de la atención pastoral, un solo cura o dos en Bolívar, contando con la ayuda del padre Quin, es poco para atender las localidades del interior y ahora también, hay otras localidades más pequeñas que necesitan fortalecerse. Ahora está el obispo planteando una gran reestructuración en donde uno tiene que estar dispuesto; pero si fuera por mí me quedaría acá muchos años más; pero todo depende de lo que el obispo decida. Tampoco esto quiere decir que ya me voy, sino que uno cada día está en manos de las decisiones del obispo y, en este momento en concreto, se está en una reacomodación de toda la diócesis”.

 

Viaje a Tierra Santa: “es caminar por el mismo lugar donde anduvo Jesús”

 

 

 

 

 

El padre Scoltore, a mediados del mes de agosto, emprendió un viaje a Tierra Santa, destino que tenía pensado conocer desde que se inició en su actividad sacerdotal. “Al cura párroco que yo admiraba en Saladillo, cuando cumplió los veinte cinco años al servicio sacerdotal, en el año 1979, la comunidad le regaló un viaje a Tierra Santa, la tierra de Jesús. Yo mientras iba preparándome para ser sacerdote decía que para un cura la tierra de Jesús es un lugar para visitar, por lo menos, una vez en la vida, entonces, cuando cumpla veinte cinco años voy a tratar de hacer ese viaje”.

Hoy -siguió Scoltore- “los curas tenemos algunas ventajas ya que las agencias de turismo organizan estos viajes con grupos, como una especie de peregrinación, no un simple viaje de turismo y llevan a un cura para que acompañe a ese grupo de peregrinos, para celebrar la misa cada día y algunas otras celebraciones como, por ejemplo, en el Río Jordán donde Juan bautizó a Jesús y ahí quienes van renuevan las promesas bautismales; en el Canal de Galilea donde Jesús, en esa fiesta de casamiento, convirtió el agua en vino y ahí mismo los matrimonios que van renuevan el compromiso matrimonial. Y así distintos lugares donde hace falta la presencia de un cura, por eso, la misma empresa cuando vende el paquete va con el pago que corresponde para que pueda viajar el cura, así es que la agencia y los peregrinos me permiten realizar este viaje sin costo y poder llegar a conocer ese lugar, la tierra de Jesús, que se llama Tierra Santa, en Israel y también en Turquía, algunas ciudades por donde pasó el apóstol San Pablo”.

Estar ahí “es caminar por el mismo lugar donde anduvo Jesús, donde se fue realizando la Biblia, no sólo escribiéndola sino viviéndola, entonces, creo que el cura tiene que estar, tiene que conocerlo, porque es muy importante. No todos lo pueden hacer; pero esto es un regalo de los veinte cinco años que he recibido y espero aprovecharlo porque enriquece la vida del cura y también a toda la comunidad”.

Más allá del trabajo diario que lleva adelante como sacerdote, este viaje a este lugar tan particular, es como un sentirse realizado para el padre Scoltore, “es como un encuentro muy cercano al comienzo de la vida de aquello en lo que nosotros creemos. Dios que se fue revelando, acercando al hombre, que fue Dios hecho hombre viviendo en lugares geográficos concretos, es como que todo esto cierra todo lo que uno ha estudiado, ha rezado y vivido a lo largo de estos 51 años de mi vida. El llegar a este lugar será para enriquecerme mucho más también”.

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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