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Chascotillón

Es un cotillón, pero diferente

Gabriel Branca es amante del humor, vendedor y bolivarense por elección, un emprendedor que supo buscar el nicho que haga juego con su personalidad, ganas y la oportunidad de hallar otro rumbo en la vida. Además es un hombre lleno de historias.

 

Gabriel Branca, autodenominado bolivarense por adopción, aunque nació entre los ruidos del automovilismo en Arrecifes, lugar en el que ejerció como bombero voluntario, es el titular de Chascotillón, o más conocido como el hombre de los chascos, que tanto hemos visto en distintos eventos. También estudió periodismo en la mítica Escuela Superior de Periodismo de La Plata, y "algo más" que nunca termina de definir.

Branca hace un año atrás abrió el local de la Lavalle. En realidad compran un cotillón existente, "que estaba un tanto desatendido porque sus dueños tenían otra actividad, a la que no le podían dedicar demasiadas horas. Surgió la oportunidad de comprarlo, nos dieron facilidades y acá estamos, con un resto que podíamos encarar". Con total sinceridad Branca explica que "empezamos a inyectarle mercaderías con un amplio desconocimiento de la parte de respostería, tema en lo que nos ayudó mucho Paula del Cotillón Goofy, muy buena persona -no sé cuántos hubieran dado una mano a quien iba a ser su competencia, por lo que estamos muy agradecidos-. Después es la misma gente la que te orienta, diciendo qué se usa o qué desean, por lo tanto tenemos un surtido de repostería -sabiendo que hay otros cotillones con más experiencia y variedad-, pero nos va muy bien, siempre para adelante".

El comerciante invirtió la lógica que caracterizó al rubro, "siempre el cotillón es fuerte en repostería y el resto es un anexo, porque la repostería es la venta de todos los días, pero en mi caso lo único que me vinculaba a un cotillón eran los chascos y toda la venta para la joda, el cotillón de fiesta o evento. Así que empezamos a comprar, hubieron proveedores que nos dieron una mano", explica.

Branca es "vendedor de toda la vida, soy visitador médico -cuenta, a la vez que agrega que- la mejor formación es la universidad de la calle, aunque he realizado varios cursos para formarme en el tema". Reconoce que hay "factores que ayudan, por ejemplo que seas simpático y entrador; yo trato de serlo, la mayoría de la gente se siente cómoda con ello, trato de ser medido", dice intentando domar su propio ánimo. Define que "la venta la puede realizar cualquiera que tenga ganas, conocimientos y necesidades, después la calle te da mucha formación; los mismos clientes, si lográs la interacción, te van dando pautas".

 

Cuando intenta verse a sí mismo, Branca recuerda ser "un bolivarense más, nacido en la ciudad que ha sido cuna de campeones, Arrecifes", en alusión a los múltiples pilotos que ha brindado al automovilismo. Entre anécdotas cuenta que "papá era del equipo de Carlos Pairetti, yo anduve en el Trueno Naranja, me crié entre autos, yendo a las carreras. Como bombero voluntario, iba a las carreras...". Todo parecía una vida de aventuras en su relato histórico, donde el humor aparece como constante, hasta que nombra el casamiento y cambia su actitud, "llegó un ángel de la guarda, me rescató, se llama Diana Reguero, era el tren que no podía dejar pasar", retoma nuevamente con humor. Por entonces "vivíamos en La Plata, un casamiento que casi no se da, porque llegué disfrazado de preso y terminó escondiéndome la jueza en su oficina".

Poco tiempo después un laboratorio lo invita a radicarse en el centro de la provincia, "podía ser Tandil, Azul u Olavarría para atender buena parte de ese territorio; Diana tenía su casa acá, lo propuse y me dijeron que sí, así que aquí estamos. Yo soy de un pueblo un poco más chico que Bolívar, pero habiendo vivido treinta años en grandes ciudades, pensé que no podía adaptarme. Pero no, gracias Bolívar por haberme aceptado! Nos volvimos un viernes 29 de febrero, y yo tenía que comprarme un pantalón para trabajar -no tenía mucha plata, daba para uno- y fuimos con Diana a For Ever, de ahí salí con siete pantalones a pagar, yo ya me había olvidado de eso. Durante mucho tiempo fui un desconocido para la gente, porque de lunes a viernes no estaba aquí", dice, enganchando una sucesión de historias.

 

Pero el verdadero Branca era el otro, el que se ve, el que tenía una relación con los chascos, "por ser un gran usuario -dice- desde la secundaria estaba vinculado a todos los quilombos, porque participaba o los asesoraba. Siempre me gustó". Muchos años más tarde, en Buenos Aires se le rompe el auto, "esperando que me vaya a buscar la grúa, camino por la cuadra y veo unos chascos, los mismos que yo usaba, que son los que todavía vendo, de la única fábrica del país. Entro, pregunto dónde los conseguían y me dan el contacto del vendedor, éste me pasó el contacto del fabricante, así que empecé como vendedor mayorista y comencé a ir a alguna fiesta como vendedor minorista". No siempre fue buena idea la convivencia de trabajos, "había una farmacia en Olavarría cuyo dueño me vio en la rural de allá vendiendo chascos, le cayó tan mal que llamó al laboratorio para desistir de las compras" a causa de haberlo visto en ese rol. "Cosas que pasan", sonríe entre otras anécdotas, porque "para mí es un gusto vender los chascos, ya tengo un circuito de ciudades y festividades que visito, es algo que me gusta porque es una venta en la que cambiás de público. Este fin de semana estoy en Carlos Tejedor, el otro en Olavarría y al siguiente en Huanguelén... es gente que sabe que yo voy. Ya me reconocen, me esperan; una vez me quedé en la ruta y una familia paró porque el hijo reconoció mi auto", agrega en su enorme bagaje de anécdotas.

Al momento de organizar el derrotero, Branca cuenta que "ya sabés algunas fechas y lugares, entonces vas preguntando si podés, si cuadra dentro de lo que vos pretendés... En algunos casos también te invitan. Pero no soy el que todos quieren en sus fiestas, porque yo proveo cosas para molestar al prójimo, por ejemplo en la rural de Coronel Suárez, que es el mejor lugar para mis ventas, no puedo volver porque vendo unos polvos de colores con los que tiñeron las ovejas de exposición. En Daireaux le hicieron una broma con picante a una señora que era alérgica, y casi me linchan a mí. En Trenque Lauquen, con una tintura pintaron una vaca de la escuela agraria y el vestido de la esposa del presidente de la rural... son todos productos que no puedo vender más".

 

Hablando de rurales, la "exposición de Bolívar fue un lugar en el que me conocieron más allá de ser el yerno de... o el Me Encanta Bolívar. Es un gran espaldarazo para darme a conocer, en 2018 tuve dos locales, uno para el cotillón y otro con los chascos, la realidad no escapa a lo que comercializo", plantea oteando el horizonte de la economía. "Cuando voy a algún evento la fecha del mes es importante, o si el pueblo está ligado a alguna actividad crítica, por ejemplo el cierre de la fábrica Indular en Coronel Suárez", lo que cambió la disponibilidad de circulante en la población.

La forma de establecer el vínculo es simple, "llamo y me pongo en contacto, hay veces en que directamente te dicen que no hay lugar para chascos. Antes metía más kilómetros, llegaba hasta Neuquén, en el sur hay muchos lugares, donde hay buena plata y poco lugar para gastarlos. Hasta hace cinco años era muy positivo, y aprovechabas para hacer turismo", relata.

En la actualidad prefiere ser precavido, "porque el precio es incierto, los proveedores te mandan los productos, pero el precio de facturación depende del día en que se haga. Por lo tanto son precios del día", razón por la que orienta la venta "a tener una buena oferta en variedad para los eventos que tenga la gente, sea cotillón, lo luminoso para la noche o lo ruidoso y con color para el día".

 

Cuando piensa en el público, Branca sostiene que "sea para una despedida, casamiento o divorcio, hay muchísimo, entre 60 y 70 artículos distintos. Si buscás máscaras hay distintas calidades, con motivos infantiles o personajes, pero si buscás animales hay más de 40 tipos, y las de látex como las de monstruos tenés otro montón. En pelucas hay una variedad muy importante, como también guirnaldas, globos y todo lo necesario para adornar un salón, no me diferencio del resto, pero este es un cotillón diferente", entre lo que destaca su variedad de souvenirs. Es un lugar "en el que nos hemos instalado como un lugar más, la gente al salir de compras, también nos tiene en cuenta", afirma satisfecho.

Branca trata de asesorar al público de acuerdo al evento, siempre rescata el humor, "me divierto cuando las mujeres vienen a comprar para una despedida de solteras, por ejemplo, hasta que finalizan de ver la oferta y variedad y se terminan divirtiendo mucho". Otra oferta de temporada es "Halloween, que no es una fiesta nuestra, pero la gente no compra para el Día de la Tradición, sino que el mercado va por otro lado, por eso tenemos desde cosas simples a más complejas, ya en estos días sale la bruja afuera, y viene gente a sacarse fotos con ella".

Finalmente, entre aquellos productos que comercializa al por mayor, Branca reconoce la buena línea de precios que tiene en nieve o espuma "tanto para carnaval o fin de curso u otros eventos, en eso conseguí una buena oportunidad, en la que no ganaba mucho, pero sirvió como difusión".

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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