Cerró el último locutorio de la ciudad, un modelo de servicio que surgió para contener una demanda comunicacional en la década de 1990 cuando las prestadoras no alcanzaban a sostener las necesidades de un mundo cambiante y más intercomunicado.

Los locutorios son historia, de encuentros personales, mensajerías, prestatarias del fax que permitían enviar o recibir documentos, allí se rompieron parejas y se hicieron muchas más, se realizaron negocios, hubo carcajadas y llantos.

Florencia Romero, la última titular del locutorio de la Avenida Tres de Febrero, “frente al tanque” escribió unas líneas que implican el final, quizás anunciado, pero que para ella también representa un nuevo punto de partida. Dijo en palabras: “Adiós, al último locutorio de la ciudad... «Mamá, ¿qué es esto?», pregunta un niño de siete años a su madre. «Es una cabina telefónica, antes no había celulares y la gente las usaba para llamar por teléfono», explica la mujer con tono didáctico. A los más jóvenes les cuesta entender que hace 25 años, para hablar por teléfono estando fuera de casa se usaba esta opción. Son reliquias de un pasado no tan lejano y si hablaran, como las paredes, nos contarían infinitas historias: enamorados clandestinos llamándose protegidos en su interior, el saludo infaltable de cumpleaños, la urgencia... Debido al declive del servicio, su baja rentabilidad e incremento de los costos de su prestación, (no sin mencionar otros aspectos que cualquiera puede entender alquiler del local, luz, gas, el auge de los celulares) y a pesar de los intentos por sostener su utilidad, donde se incorporaron nuevas como envío de correos electrónicos y faxes, este servicio llegó a su fin”.

Es una mujer optimista, como tal, una emprendedora que busca reinventarse, revolver nuevas alternativas. Sin querer dejar de despedirse agregó: “Locutorio 3 de Febrero (Av. 3 de Febrero 22) agradece a sus clientes, y a la comunidad en general, por habernos acompañado, y haber sido, (tiempo pasado) una parte de nuestra historia”.

Desde infoEmprendedor conocemos las historias de quienes deciden dar lugar a aquél mandato que elude con inquietud y valentía el trabajo seguro para dar espacio al por cuenta propia, conociendo que no siempre serán rosas, que a diario hay que saber manejar las espinas, y que alguna vez, ineludiblemente, puede que no haya rosa. El Locutorio 3 de Febrero no solamente representa la historia de quienes tuvieron que bajar la persiana, sino también, el final de un servicio que ya no tendremos más. El país -y el mundo- atraviesa una crisis que deja a millones afuera, la mitad de la población está sobreviviendo a la línea de pobreza, una pandemia profundiza la cada vez más profunda brecha entre los que más y menos tienen. Pero siempre existirán personas como Florencia Romero que dirán “hay que ver el vaso medio lleno, hay gente que la esta(mos) pasando mucho peor, para lo que a uno le parece cotidiano como sentarse a comer a la mesa, a otros es salteado, o lejano. Hay que esforzarse mucho y agradecer, siempre agradecer”.