top of page

Honrar el dolor, viviendo.

Honrar el dolor es, doler. Dejar de negarle su naturaleza y darle lugar, un sitio verdadero. Es llorar llorando.  No explicarlo, llorarlo.  Vivirlo, permitirle que te tome por completo y que luego se desvanezca.  No antes.  No cuando se crea conveniente o políticamente correcto.

Honrar el dolor es acallar la mente que lo frena y lo sostiene, perpetuándolo en el tiempo. Honrar el dolor y al doliente. Honrar a quien ha partido y a esa parte suya que queda en lo olores, en la cocina con el mate, en la noche de desvelo y en la mañana sin platica.

Honrar eso que se siente, así, sin más. Reconociéndole en la piel del que extraña, del que espera en la vereda por un regreso que no será como siempre. Honrar el dolor es abrazar lo que ES. Y lo que ES, ES. Y siempre será. Honrar el decir Si a lo que no se puede cambiar, a la habitual relación con lo que era y ya no es, o no está ahí.

Honrar el dolor es asentir a la Vida. No explicarla. No entenderla. No justificarla. No planearla. Es un no entiendo, pero vivo este presente. Es un acepto, sin aceptación. Honrar el dolor es estar vivo en la Realidad que surge. Poder dejar de lado la razón que quiere explicarlo y hacerle un decorado, una trinchera o negación.

Por miles de miles de años se ha negado al Dolor. Nuestros abuelos la dejaron en la mar o escrita en la tabla de la barca que los trajo hasta aquí. Quizás antes. Quizá en las corridas por salir de su tierra natal, tal como ahora, sin siquiera despedirse de sus raíces. El dolor ha sido manipulado y usado como muestra de debilidad en hombres de cortos pantalones y en los que crecieron en la adversidad. Juzgado una y otra vez en las niñas y ya crecidas mujeres de bien. Ha sepultado vínculos, enterrado lazos de sangre, escoltado abusos que se llevan en silencio. El dolor ha sojuzgado nuestra capacidad de crecer. Jugando a taparlo, hemos crecido por fuera dejando llorar al niño que se esconde debajo de estos adultos paralizados. Hemos escondido por mucho ya, al niñito ajustado en trajes de grandes. Se han librado guerras en nombre del dolor, gestando generaciones enteras de dolientes silenciosos. El cañón no pudo tapar el sonido ensordecedor que deja la batalla ganada. Porque no se gana siempre que se gana, como así tampoco, perdemos siempre que perdemos.

Hoy todo está vivo, más vivo que jamás. Ya no hay nada fijo, seguro ni certero. Hoy podemos cuestionarlo todo y volver a crear un orden en nuestros valores y creencias. Establecer nuevas jerarquías es primordial. Revisar la relación con el trabajo, los cambios, la sociedad, los vicios, la infancia, el medio, el árbol y el ave; revisar y volver a crear una escala de valores más vital y menos mercantil. Revisar y ver lo esencial, lo que no cambia, lo que prevalece y lo que ES. Mirar quien estoy siendo en este contexto y quien ya no quiero ser. Mirar cuan vivo estoy cuando aún estoy vivo. 

Honrar no es filosofar, es vivir. Es estar fresco ante lo que llega sin anunciarse y a lo que permanece aún, bajo amenaza. Honrar el dolor no es más que honrar la vida. Irse en su vitalidad en un viaje de a dos. Lo que soy y lo que llega. Lo que fui y la entrega. Lo que seré y lo que sea capaz de Crear en mi realidad.

Hoy debemos reconocer que no somos testigos de la humanidad. No importa de qué lado crees que estás. No importa si crees que hay grietas, barreras, líneas, vayas, divisiones… anclar ahí, es elegir mantenerte dormido. Elegir un lado es no asistir a la vida tal como ES. El colectivo humano ha proyectado todo su dolor reprimido. No es de hoy. Siempre estuvo ahí y le hemos dado vuelta la cara. Hoy es tiempo. Ya es tiempo.

Honrar el miedo es decirles a nuestros ancestros, comparto tu dolor. No estuve ahí para verlo. No estás aquí para que te abrace. Tengo tu sangre, tengo tu dolor y tengo, lo que Uds. no tuvieron, que es el poder de Vivirlo y expresarlo.

Somos la parte de la humanidad que habita el cambio de paradigma más enorme que dará origen al Ser más genuino, el Ser que es lo que es, que acepta, expresa, llora, que duele y que no es juzgado por ello. Es; SOS; Soy … el Ser que no escapa. Que está encerrado para verse a los ojos, reconocerse en los ojos de la Humanidad y actuar con honestidad.

Si hoy dueles y yo no, ten por seguro que me sentaré a tu lado para que podamos ser juntos. No te explicare nada, ni trataré de calmarte. Es muy probable llore, grite y golpee algo contigo. Cuando haya pasado, ambos miraremos adelante. Ambos reconoceremos todo lo que queda por Vivir y caminaremos en paz. En esa paz que se alcanza cuando se hace lo que se debe hacer. Cuando no se maquilla, difama o escapa.

Jamás seremos iguales. Jamás volveremos a pisar sobre todo lo que se fue o fue llevado. Pero créeme, que, desde lo más profundo de mi Ser, sé que hay una descendencia que desde la gestación respirará en la paz del Ser, la verdad y el amor. Ríndete frente al hecho de que tu mente no tiene las respuestas, porque nunca las ha tenido, y que todo se trataba de acompañar la vida, viviendo. En profundo respeto. Respeto porque lo que fue y nos dejó esta herencia. Respeto por algunos sueños rotos que vivían en nuestros bolsillos. Respeto por todo lo que no se dijo o no fue oído. Respeto por el Ahora y lo intenso de su juego sin reglas. Respeto por mañana que nunca se presenta y que aún me ilusiona. Respeto por vos y por mí, que no nos conocemos, pero tememos igual.

Honra el dolor, el miedo, la ansiedad, el desvelo… la ira. Honra cada sensación tuya que ya no es tuya, sino nuestra. Nos encontraremos ahí. Y cuando hayamos pasado, cuando logremos vernos habiendo disuelto toda idea falsa de separación, seremos libres de vivir en el Amor.

Por Verónica Ruiz

verro 827d94a0a22b4a37954cd79e4e431.jpg
  • Wix Facebook page
  • Wix Twitter page

Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

bottom of page