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Economía y dictadura

 

El 24 de marzo se recuerda un nuevo aniversario de una página negra de la historia argentina, el golpe de Estado realizado en 1976 a nombre de una Junta Militar que se autodenominó Proceso de Reorganización Nacional.

El derrocamiento de un gobierno legítimo y constitucional, la ruptura del orden institucional, la implementación de un régimen de terror que incluyó crímenes de lesa humanidad, forman parte del recordatorio anual. Pero la impronta económica que la Dictadura le dejó al país, es un legado que aún perdura a pesar de las resistencias y/o complicidades.

La política económica implementada por el Ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, presentó la antesala del proceso neoliberal que se consolidó en los años noventas.

El precedente del Proceso fue impulsado por los organismos internacionales de crédito y el gobierno de Estados Unidos, promoviendo cambios de fondo en el modelo de producción y organización económica. Por entonces Argentina empezó a abandonar el fordismo para comenzar a incursionar el de la globalización y sus nuevas formas de organización económica. Ello demandaba cambios de fondo, los que conocimos con el nombre de reformas del Estado.

El proyecto embrionario demandaba previamente una transformación social, lo cual se realizó a través de la fuerza y del terror. La disolución del colectivo social era una prioridad, por lo que la atomización y disgregación fueron la norma. Allí se “justifica” la persecución de aquellos defensores de causas comunes, organizadores sociales, sindicalistas, formadores, consolidando un nuevodisciplinamiento social. La empresa, el mercado, y las economías mundo, requerían un nuevo campo de acción, facilitando su liberación, la minimización del Estado, tendiendo a la desnacionalización de la economía y la disminución en servicios sociales. Ello conlleva la desatención de las históricas funciones básicas del Estado de Bienestar, como salud, justicia social, educación, etc.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Contra la economía agobiante, una apertura ruinosa

 

“Dar vuelta de hoja al intervencionismo estatizante y agobiante” fue un auténtico grito de guerra desde Economía contra la historia argentina. Desde la cartera que lideraba Martínez de Hoz se pretendió cortar de cuajo la composición económica que se había desarrollado durante tres décadas, donde el Estado –con falencias- intentaba intervenir sobre la desigualdad de oportunidades.

Desde 1976 todo apuntó a la consolidación de un modelo económico basado en la acumulación rentística y financiera, la apertura externa irrestrita, comercial y de capitales, lo que reordenaría hasta hoy algunas de las prioridades estratégicas para el país. El legado del proyecto dictatorial puede observarse en la continuidad de la renta financiera como el sector económico que más ganancias tiene en la Argentina, reglas que no han cambiado.

Con el mercado como norte, el Estado mínimo y una apertura facilitadora de la competencia de los productos importados contra los nacionales, el proyecto económico terminó por dinamitar la producción local y las economías regionales.

En la primera etapa, de 1976 a 1978 se produjo un ajuste ortodoxo, clásico, con devaluación, liberación de precios, congelamiento de salarios y puesta en disponibilidad del trabajador público, promoción de importaciones y cese de los beneficios a la producción local. En 1977, la reforma financiera, colocó a las finanzas en un rol protagónico como acaparador de recursos.

Desde 1978, con la ejecución de la tablita cambiaria, la implementación de devaluaciones programadas, inferiores a la inflación, agravaron la industria nacional y la consecuente cuestión social, impulsaron la salida de divisas para cubrir el déficit comercial y de servicios, más el pago de una creciente deuda externa, lo cual llevó a la liberalización de entrada de capitales externos al país, que al no instalarse en los sectores productivos, agravaron la desindustrialización. El ritmo inflacionario y el nivel de importaciones llevó a lugares comunes como el “deme dos” y la “plata dulce” por el nivel de circulación.

La “ley de entidades financieras” (Ley N° 21.526, sancionada el 14.02.77, aún en vigencia) libera el mercado de dinero y le da garantía estatal a todos los depósitos a plazo fijo. Con esa medida, ante el quebranto de un banco, el Estado enfrentaba el compromiso, devolvía el dinero. La especulación de labicicleta financiera había comenzado. En poco tiempo las tasas de interés alcanzaban el 135% anual.

Entre las célebres medidas de la economía, la circular 1050 del BCRA, promocionó la ejecución de créditos inmobiliarios, imposibles de afrontar con tasas de interés realmente usureras.

Ya sobre el final de ciclo, impulsada la minimización del Estado, los contratistas privados comenzaron a tercerizar actividades propias del estado, generando un poderoso grupo de empresas que cercanas al gobierno se convirtieron en los principales proveedores del Estado, dando lugar a lo que se conoció como lapatria contratista.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aquél marco de situación provocó enormes problemas sociales. Al inicio del Proceso, un salario real (sobre la base de 100 en 1970) subió a 124 en 1975, pero desde 1976 desciende a 79, tocando el piso de los años 30´s. Por ende, la pobreza se expandió como peste, pasando del 5,8% de la población en 1974 a un 37,4% en 1982. Por el contrario, los sectores especulativos se vieron muy beneficiados, favoreciendo viajes al exterior y más importaciones.

Igual crecimiento exponencial sufrió la deuda externa (que incluyó la estatización de la deuda privada externa), la que pasó de 7.875 millones de dólares en 1975 a 45.087 millones de dólares en 1983. El accionar delictivo y fraudulento del endeudamiento quedó comprobado en la causa “Alejandro Olmos c/Martínez de Hoz y otros s/defraudación” (2000).

En 1980 la economía se hacía insostenible, produciendo un auténtico crack financiero que comenzó con la quiebra del Banco de Intercambio Regional (BIR), al que siguieron muchas financieras. En 1981 se hizo célebre una frase –que sería repetida en otros momentos- cuando Lorenzo Sigaut afirmó que “el que apuesta al dólar pierde”.

Finalmente, luego de la Guerra de Malvinas, a las Fuerzas Armadas no les quedaba más remedio que reconocer el fin de una etapa, pero que en lo económico, tuvo un “éxito” que sentó las bases de un modelo que perduraría. La democracia irrumpía, como modelo perfectible, pero el mejor que podemos considerar. La economía aún busca mantener su status quo.

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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